Alfonso Puncel
Obviamente va de crisis sanitaria. Tristemente algunas personas no podrán contarla. Otras, por suerte o por otras circunstancias, sí podremos. Lo que ha demostrado la crisis del COVID19 es que vivíamos al límite de nuestras capacidades. Un sistema sanitario al límite por un cúmulo de decisiones adoptadas hace años que resultan difíciles de revertir. Un sistema socio asistencial en el que pesan mucho los intereses comerciales y contables. Un parque de viviendas atenazado por una presión insostenible de un turismo desbordado. Un medio ambiente cuya capacidad de resiliencia ha demostrado ser más potente de lo que nos creíamos pero que no sabemos hasta dónde puede aguantar. Una Unión Europea cuyos mecanismos de concertación se vienen abajo cuando se la somete a una emergencia. Un sistema de relaciones internacionales que salta por los aires y la solidaridad pasa al último lugar de nuestras prioridades. En fin, el COVID19 ha demostrado que las costuras con las que se sostenía nuestra sociedad estaban cosidas con un hilo demasiado débil y al llegar un vendaval, el traje se ha hecho trizas.
La salud de miles de personas se ha visto afectada por deficiencias históricas, los profesionales de la salud tres cuartos de lo mismo, y la economía está sufriendo un impacto del que tardaremos años (¿décadas?) en recuperarnos. La pérdida de empleo, aunque sea tan puntualmente como es y por causas no estructurales (aunque la debilidad del sistema sí es estructural), provoca un desplome del contrato social en las relaciones laborales al abundar mano de obra y exista un excedente de capital incluso con las pérdidas de capitalización en bolsa. Los ERTE y el ingreso mínimo vital son medidas que están sirviendo para paliar los demoledores efectos sobre las condiciones de vida de cientos de miles de personas que han venido para quedarse. La administración de la Generalitat respondió rápida y eficazmente a la situación de alarma poniendo todos los medios económicos, sanitarios, sociales y personales a disposición de la autoridad sanitaria pero en estos tres meses la administración también ha visto saltar sus costuras. La edad media del personal al servicio de la Generalitat es uno de los factores determinantes del impacto de la pandemia en su funcionamiento que ha hecho que se vaciaran servicios enteros que, no obstante, se ha resuelto con la puesta a disposición, de forma masiva, de medios telemáticos para seguir funcionando. Esta actuación ha sido bienvenida y de hecho ha supuesto un avance, en pocos meses, de lo que hubiera supuesto años. No obstante no puede hablarse estrictamente de teletrabajo puesto que este método de trabajo requiere de una regulación que, hoy por hoy, en la Comunitat Valenciana, no existe.
Además otro factor determinante es la falta de personal. Muchas direcciones generales carecen, no ya del personal necesario para cumplir con sus competencias, sino incluso con cualquier personal técnico que pueda desarrollar actividades lo que en estos tres meses de alarma ha supuesto la paralización absoluta de algunas direcciones que antes se suplía con el desdoblamiento del personal. Es urgente la eliminación de la tasa de reposición que permita realizar este próximo año de convocatorias de selección masivas para incorporar rápidamente personas a la administración.
Pero en este periodo han saltado otras costuras empezando por la financiación de la Generalitat que al déficit que viene arrastrando desde hace 20 años, se ha sumado el gasto económico que han supuesto las compras masivas de equipos de protección individual y medios de prevención. El resultado de la negociación con el gobierno para el reparto de los recursos de reconstrucción es insuficiente para la Comunitat Valenciana dado que, buena parte de dichos recursos económicos, viene muy condicionada a destinos finalistas aunque, valga reconocer, que no se imputa a déficit financiero ni se ha de devolver pero, con todo, resulta insuficiente.Esperemos que no se produzca otro periodo de alarma en otoño o invierno próximo porque en estos momentos estamos en fase de volver a coser las costuras y otro momento como el que se ha vivido (y sólo era un virus de alta contagiosidad pero baja tasa de mortalidad) puede ser demoledor. Vivíamos al límite y con un pie en el precipicio e incluso miles de personas un poco más allá. La prioridad debe ser que nadie se quede sin asidero para retomar sus vidas.
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