Isaura Navarro
La nueva normalidad se asemeja mucho a la vieja normalidad, sea antes, durante o seguramente después de la pandemia, pero lo cierto es que nunca debería ser “normalidad” una sociedad sin igualdad.
De nuevo una crisis, esta vez sanitaria, ha maltratado a las mujeres, que sufren un incremento de la pobreza respecto a los hombres. Más bien la crisis sanitaria ha seguido maltratando a la mujer con desigualdad económica, pues es bien sabido que la pobreza principalmente tiene rostro de mujer. Como lo tiene el maltrato: las peticiones de ayuda a los servicios de asistencia a víctimas de violencia de género han tenido un aumento del 61,56% desde el inicio del confinamiento.
Así, en esta extraña etapa que nos ha tocado vivir ha habido muchas cosas que no han tenido nada de extrañas, y han vuelto a ser las mujeres, sin ningún tipo de reconocimiento ni ayuda, las que han asumido las tareas de educadoras, cuidadoras y curadoras, compaginando en su caso con teletrabajo. Las que han cuidado a las personas familiares que no debían salir de casa por ser grupo de especial vulnerabilidad a la Covid19, las que han hecho seguimiento de los deberes que enviaban a sus hijos e hijas el profesorado, las que han curado a las personas enfermas y las que debían compaginar todo ello con su propio trabajo.
Pero ¿y si tu trabajo era de los declarados esenciales y debías ir a trabajar? ¿con quien dejabas a tus criaturas si con las y los abuelos no era conveniente o viven a demasiada distancia?
En este país hablar de cuidar a la familia es aún hablar de la mujer, y, si además esto no es posible, parece que no hay ni preguntas ni respuestas.
Otros países, como Alemania o Italia, crearon una ayuda de emergencia para aquellos progenitores con hijos a cargo que tuviesen bajos ingresos o que hubiesen sufrido pérdida de ingresos debido a la situación económica generada por la COVID-19. De igual forma, en Alemania han aprobado una indemnización para los padres y madres que tengan que cuidar de hijos menores de 12 años porque su atención no se pueda garantizar de otra manera, para compensar el cierre de escuelas infantiles y colegios, así como que no pudieran acudir a trabajar.
Para el caso del personal que cubre los servicios esenciales, en Alemania se han mantenido servicios abiertos de cuidado de hijos e hijas para su personal. A muchas personas, incluida yo misma, una medida así nos habría venido muy bien.
¿Y cual es ahora el futuro? La llamada nueva normalidad ha venido con un exceso de relax preocupante, pues después de la etapa de confinamiento y con la llegada del verano, mucha gente ha olvidado con excesiva celeridad lo que hemos pasado y, por tanto, lo que puede volver.
Un lujo que no podemos permitirnos mientras no tengamos vacuna o una respuesta suficientemente eficaz a este virus que ha paralizado medio mundo y que ha evidenciado muchas de las carencias de nuestro sistema.
Una de las alarmas sociales despertadas ha sido la salud pública, ese equipo de profesionales y políticas destinadas a la prevención que la mayoría de la gente o no sabía que existían o despreciaba por irrelevantes.
Hoy en día es tema de actualidad, la salud pública y qué hacer para reforzarla después de años y años reduciendo su presupuesto en toda Europa y desoyendo las demandas de inversión en políticas de prevención que persiguen impedir que llegue la enfermedad y, de este modo, que no sea necesario curarla.
¿Y ello que conlleva? vacunas, estrictos controles de seguridad alimentaria mediante inspecciones, controles de calidad del agua, epidemiológicos, y recomendaciones para llevar una vida saludable. La Salud en todas las políticas sería el mantra que todas las personas debería seguir y que dicta el Plan de Salud vigente en nuestra Comunitat.
Respirar aire saludable, una alimentación que aporte salud, espacios de vida saludables, ciudades diseñadas para caminar, para encontrarse, para socializar, una administración sanitaria que también te cuide cuando aún no has enfermado. Una salud pública que guíe cada paso que se da o decisión que se adopta por la administración. Que invite a poner coto a las empresas de juego que causan problemas de adicciones, que ponga freno al diseño empresarial de alimentación azucarada e insana mediante advertencias e impuestos, controlando qué nos vende la industria, que proteja a la infancia de estímulos insalubres en alimentación, pantallas y demás, que eduque y advierta de los riesgos de consumo de determinadas sustancias adictivas y ofrezca alternativas sociales fomentando hábitos de vida saludables.
Una Salud pública que cuente y sea escuchada, por encima de lobbies empresariales, previniendo la aparición de enfermedades con las que convivimos con excesiva “normalidad”. Enfermedades que sí que tienen solución y que, si bien no han supuesto el confinamiento de un país entero ni un continente, no tendrían por qué existir o al menos tener la gran incidencia que tienen hoy en día, si las políticas de salud pública tuvieran la relevancia que merecen. Prevenir no es curar, pero salva muchas vidas.
Add comment