Paula Tuzón, secretaria autonómica de Emergencia Climática y Transición Ecológica
Hace poco leía el artículo de Rutger Bregman, The neoliberal era is ending. What comes next?, en el que analiza, haciendo un repaso histórico de la evolución de las ideas en economía, la situación actual y el papel que deben hacer los estados con fuertes políticas públicas que sean capaces, a la vez, de recuperar las inversiones. Analiza cómo el neoliberalismo pasó de ser una idea radical o “outsider” a posicionarse en el centro del tablero. El artículo ilustra esto con la respuesta que dio Margaret Thatcher en 2002 cuando le preguntaron cuál había sido su mayor logro: “Tony Blair y los nuevos laboristas. Hemos hecho que nuestros oponentes cambiaran de opinión”.
Habla de la situación actual y de cómo de diferente es el marco mental ahora respecto al de 2008, de cómo las políticas austericidas han perdido popularidad hasta entre sectores más conservadores, de cómo enmarcar la crisis del COVID dentro de la crisis ecológica y el cambio climático.
¿Qué tiene que ver todo esto con el día mundial del medio ambiente? Sin duda, al igual que Thatcher reflexionaba sobre el neoliberalismo, podríamos pensar que ha pasado algo similar con las políticas verdes. Es un gran logro haber conseguido que “los oponentes” cambiaran de opinión y que ahora no haya prácticamente nadie que niegue la necesidad de hacer políticas que pongan al medio ambiente como un asunto vinculante y no sobre el que se puede pasar por encima con un rodillo. El medio ambiente está en el centro del tablero. Pero igual que con el neoliberalismo extremo, hay diferencias según quién implementa las políticas, porque aunque los laboristas (y tendencias homólogas) abandonaron parte de su discurso, se quedaron con otra parte por necesidad de lo que les define, cayendo en insoportables contradicciones. Y es que hay cuestiones lo suficientemente sustanciales como para que un cambio al respecto no pueda hacerse sin cambiar todo lo demás. Esto pasa también con el medio ambiente y la lucha contra el cambio climático. Podría pasar que algunos de los que de pronto lo abanderan no fueran capaces de implementar políticas con el suficiente ímpetu por una cuestión imposible a la hora de gestionar sus contradicciones en otras áreas. Precisamente eso es lo que va a dirimir cómo de rápidos somos en los próximos años al hacer una transición ecológica, y también si esa transición se hace pasando el “otro” rodillo por encima de las personas o, por el contrario, si se mide con una alta precisión y proporción en quién recaen los esfuerzos y se hace justicia. Justicia socioambiental.
No es lógico pensar que el mismo sistema que nos ha llevado a esta crisis ecológica es el que, cambiando unas pocas cosas, será capaz de sacarnos de ahí. Tampoco es lógico pensar que podremos hacerlo sin ser pragmáticos y contando con todos los elementos de ese mismo sistema. Ese punto que combina los cambios sustanciales y decididos, enmarcados en un contexto territorial y social concreto, es el marco base de la propuesta de ley valenciana de cambio climático y transición ecológica, que pusimos encima de la mesa desde la Conselleria de Emergencia Climática y Transición Ecológica el pasado 26 de mayo.
Las características del territorio valenciano nos fuerzan a desarrollarnos en cuatro ejes que pivotan alrededor de una necesaria bajada drástica de las emisiones de CO2 si queremos cumplir con los objetivos, no sólo los que nos marcamos nosotros sino los que nos marcan los acuerdos internacionales. El primer eje es la movilidad, responsable de cerca de la mitad de las emisiones. En este sentido es obvio que hay que trabajar, por un lado, en una reconversión accesible de parte de la flota. Pero también y sobre todo, hay que implementar otro tipo de movilidad alternativa al coche particular, priorizando las zonas en que éste es claramente prescindible. El segundo eje es el desarrollo territorial, que debe tener en cuenta la perspectiva climática y el impacto a largo plazo de un desarrollo que durante muchos años ha sido ajeno al exorbitado consumo energético y de recursos. Los planeamientos deben incorporar la sostenibilidad estructural. El tercer eje es la integración de las renovables en el territorio y la democratización de la energía, tanto en su uso como en su producción. Y el cuarto es la gestión impositiva (fiscalidad verde finalista) que propone crear un sistema de incentivo-desincentivo que impulse, a la vez que equilibre, la balanza de los esfuerzos.
Igual que en la naturaleza, con cuatro fuerzas fundamentales aparece necesariamente una quinta; “el campo de Higgs” de este plan de neutralidad valenciano sería la educación ambiental. La ley no propone únicamente la necesidad de introducir el factor ambiental en los programas curriculares, sino también que esos programas educativos sean la base del nuevo desarrollo verde. Necesitamos formación específica que acabe generando conocimiento y profesión en la transición ecológica. Necesitamos puestos de trabajo verdes y una educación que nos prepare para ellos.
Empezaba el artículo citando otro sobre las políticas públicas fuertes que nos hacen menos vulnerables. Nos hacen menos vulnerables ante crisis sanitarias como la que estamos viviendo y también ante crisis sociales y ecológicas. Hemos visto cómo la inversión en sanidad, educación o servicios sociales no sólo es la base y el motor de nuestro desarrollo y bienestar sino que también actúa de escudo protector ante circunstancias difíciles. Lo mismo debe pasar con la inversión medioambiental. Las políticas públicas fuertes se nutren también de personas que las implementan, personas que con su trabajo hacen de resorte para que ocurra todo lo demás. Si queremos que el medio ambiente esté en el centro del tablero y no sea una ensoñación que se hará realidad con una varita mágica o algún milagro tecnológico, hemos de apostar fuerte por esas políticas públicas que marquen la dirección y lo hagan a buen ritmo, al ritmo que nos exige esta década crucial en la lucha contra el cambio climático, al ritmo que nos permitirá no sólo crear ese escudo protector sino también el desarrollo y el bienestar. Es el momento.
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