Alfonso Puncel. Redacción Paraules d’Iniciativa
El centro es, por definición, un punto inexistente puesto que depende de la escala. A menor escala, el centro se hace más pequeño. Además, según que disciplina, el centro es una cosa diferente. El centro geográfico, el centro matemático, el centro de una esfera, el centro del tablero de ajedrez, o el centro de la física cuántica que igual está que no está. En política el centro es el punto deseado, aquel que facilita los consensos, apartarse de las radicalidades (en su doble sentido) pero ahí surge la dificultad de encontrarlo puesto que el centro cambia a cada rato en función de la opinión pública. O, mejor dicho, en función de la opinión publicada que no es lo mismo, y esta se desplaza al albur, no se sabe si del azar o de intereses ocultos aunque sean bien materiales.
Teniendo en cuenta esto ¿Por qué la izquierda querría ocupar el centro? Por las mismas razones que lo desea la derecha, porque es signo de moderación, de apariencia de institucionalidad, de savoir-faire aunque, y ahí viene la diferencia y el error, porque lo que en realidad debería buscar la izquierda en la centralidad (o centro sociológico) cosa que se consigue proponiendo alternativas sobre aquellas preocupaciones que tiene la gente corriente que son más evidentes que aquellas pero igualmente muy materiales y, en muchas ocasiones, opuestas. La centralidad es igualmente movible puesto que se desplaza pero a diferencia del centro político sobre la centralidad se actúa desde la agenda, siendo capaces de colocar en la agenda de la gente (es decir de aquello que se habla en la cola de la panadería) temas, puntos de vista, comentarios y sobre todo soluciones. La gente corriente no es homogénea y nunca habrá acuerdo entre un oficinista vegano y un carnicero pero hay mínimos comunes denominadores en dónde se ubica el 95% de la población en la campana de Gauss. Quizás entre ambos haya acuerdo, si no total al menos parcial de no enfrentamiento en temas alimentarios de calidad y salud. En esta perspectiva no hace falta ser moderado puesto que la moderación es un término histórico indeterminado. Era extremismo pedir la jornada laboral de 12 horas y sin embargo tras el Tratado de Versalles en 1919 lo moderado era implantar la jornada laboral de 8 horas.
La centralidad comporta situarse en las cuestiones nucleares que, sin despreciar las accesorias, resuelva los conflictos productivos. ¿Cuándo se reactivó el movimientos feminista? Cuando colocó en el centro las desigualdades laborales. ¿Cuáles son las preocupaciones de los jóvenes? El acceso al trabajo, al estudio y a la vivienda. ¿Cuándo se movilizaron mayoritariamente los jubilados ampliando más allá de los yayoflautas?. Cuando les redujeron las pensiones. ¿Dónde está el debate territorial en España?. La centralidad además se desplaza hacia la izquierda cuanto más se resuelven estos conflictos con lo que la agenda política margina asuntos secundarios o identitarios. Las guerras culturales solo les interesa confrontarlas directamente a la derecha y la izquierda las debe abordar con cambios de las condiciones de vida de la gente. Pero estamos en ocasiones demasiados desorientados para evitar esas confrontaciones y caemos en ellas con demasiada facilidad.
A aquellos que buscan el centro político les pasa como al centro geométrico y es que llevado al extremo se convierte en centralismo, en extremistas del centro, reivindicando una tarea inacabable de búsqueda y una vez que has caído ahí, como en un agujero negro, resulta imposible salir. Hasta que dejas de ser visible para todos excepto para uno mismo.
Add comment