Paraules amb Iniciativa

Tensión climática

Paula Espinosa y Natxo Serra. VerdsEquo – Compromís

El 28 de marzo 1995 dio comienzo la I Conferencia de las Partes de la Convención Marco (COP) sobre Cambio Climático en Berlín, consecuencia a su vez, de La Segunda Cumbre de la Tierra que tuvo lugar en Río de Janeiro, Brasil, entre el 3 y el 14 de junio de 1992, donde se estableció la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC), entrando en vigor en marzo de 1994. Creemos que este recordatorio es necesario para valorar los resultados actuales. La celebración de la primera COP fue un éxito en sí misma. 24 años después, la noticia no puede ser la propia celebración de la COP25 como se ha pretendido: no tenemos otros 25 años para alcanzar acuerdos efectivos.

En paralelo a lo que acontecía en la COP25, el pasado 12 de diciembre, el Consejo Europeo reunía a los jefes de Estado y de Gobierno de la UE y entre sus conclusiones destaca que «no puede comprometerse a aplicar» el compromiso de alcanzar la neutralidad climática para el año 2050: una muestra más de cómo la voluntad política en muchos estados está desconectada de la voluntad de la ciudadanía. Y, también, que la Emergencia Climática no es, como se pretende «vendernos», transversal e independiente de la ideología o del signo político de los gobiernos. Se corrobora lo que nos temíamos, por muy mediático que haya sido el Pacto Verde (Green Deal Europeo) presentado por la Comisión Europea, la falta de entendimiento en el seno del ejecutivo comunitario merma el liderazgo de la Unión Europea en materia climática. Para poder exigir compromisos mayores a China e India o Australia, Arabia Saudí y Brasil, la UE debe liderar, en mayor medida de lo que lo ha hecho hasta la fecha, replanteándose los acuerdos comerciales con los estados que impiden alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.

No puede volver a darse situaciones de partida como el documento del Consejo de Europa que no dice nada, y a la vez, lo dice todo. No dice nada porque pretende enmascarar la falta de entendimiento y ambición sobre el objetivo de llegar a la neutralidad climática en 2050. Y lo dice todo porque aunque apresurado, efectivamente, con la organización del evento de la COP25, Madrid ha demostrado una capacidad organizativa que le da una proyección internacional como lugar donde albergar grandes eventos. Pero sería lamentable que ese hubiera sido el objetivo por el que el gobierno de Sánchez se ofreció a albergar esta COP25.

Si bien sabíamos que la COP25 en Madrid sería una Cumbre de transición en la que no se podía esperar grandes acuerdos más que perfilar cuestiones técnicas y sembrar el terreno para que los grandes anuncios llegarán el año que viene, en el marco de la COP26 de Glasgow, lo que no queríamos imaginar es que el aumento de la ambición para evitar que la temperatura superase el 1,5ºC de aquí a final de siglo, iba a ser tan evidente. Y lo que es peor, que incluso se emplace la toma de medidas a nivel global a 2023, año límite según el texto del Acuerdo de París.

Lo que muchos han catalogado como greenwashing parece que estaban en lo cierto. Resulta chocante que el aumento de la ambición climática de los Estados no haya acabado de cuajar en el momento de mayor efervescencia social climática, cuando se logró sacar a la calle el pasado 6 de diciembre a más de 500.000 personas en la Marcha por el Clima. Estar a la altura del reto climático significa para la Unión Europea una reducción del 65% de emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 y, para España, un 55% y neutralidad climática para 2030.

Es por ello, que de cara a la formación de un nuevo gobierno debe ser prioritario adquirir compromisos climáticos que no acaben como los del Consejo Europeo o como los de esta COP. Se debe pasar de las palabras a las acciones y eso pasa por acelerar la transición ecológica justa: sin justicia social no puede haber transición ecológica. En concreto, proponemos poner en marcha una Mesa Estatal de Transición Ecológica y un Gran Acuerdo Verde en el que participen todos actores representativos de la ciudadanía y la colaboración entre la Administración central, los gobiernos autonómicos y los municipales.

Hay ejemplos para ello, el Govern del Botànic II hizo de la Transición Ecológica y la Emergencia Climática el eje primero y determinante de los acuerdos que marcan la hoja de ruta de esta legislatura. Estos compromisos del Gobierno valenciano marcarán un hito con la aprobación prevista de una Ley de Cambio Climático y Transición Energética con la dotación correspondiente y a la altura del reto. Luego, las actuaciones deben acompañar a los cambios en el marco normativo. Un valor fundamental en política es la coherencia. La echamos en falta en lo que entendemos son contradicciones por parte del gobierno de Pedro Sánchez como es ofrecerse a alojar una Cumbre por el Clima y, al mismo tiempo, acciones como oponerse a que se realice una nueva Declaración de Impacto Ambiental de la ampliación norte del Puerto de València.

Creemos que también se ha evidenciado que son imprescindibles proyectos políticos comprometidos firme e ideológicamente con la emergencia climática. También que hay una ultraderecha negacionista que no solo es representada por Trump: en la UE, la oposición del gobierno de Polonia al acuerdo europeo evidencia cómo quiénes excluyen de sus prioridades la emergencia climática son los mismos que defienden recortes de los derechos sociales o que se oponen a la igualdad efectiva de esos mismos derechos para todas las personas del planeta. También los hay en nuestras instituciones. En ese sentido, consideramos que entre lo más positivo de la Cumbre ha sido conectar las principales emergencias de este siglo: la igualdad efectiva entre hombres y mujeres con el calentamiento global. El Plan de Acción de Género reconoce que los efectos del cambio climático difieren entre hombres y mujeres debido a las desigualdades de género.

Si una lección hemos aprendido de esta COP25 es que el trabajo entre Cumbre y Cumbre debe ser permanente para poder dar una respuesta efectiva e ir a la velocidad creciente de las demandas sociales y científicas que bien nos alertan de la necesidad de actuar ya. Hay que sumar a la ciudadanía y a la comunidad científica junto a los gobiernos comprometidos para hacer frente a lobbies tan poderosos como el de los combustibles fósiles, que sacrifican el futuro de todos a los beneficios de muy pocos, y que han estado muy cerca de abocar esta Cumbre al fracaso más absoluto.

Con los compromisos actuales, la temperatura del planeta subirá en torno a 3ºC al final de siglo. Sabemos que todo lo que sea superar los 1.5ºC es dejar un planeta irreversiblemente herido. Cada COP de escasos avances, cada año perdido, es acercarnos a un caos climático y social que era, aún es, evitable. La comunidad científica es clara y existen proyectos políticos capaces de conciliar la calidad y dignidad de la vida de las personas en el presente con la preservación de un futuro para los jóvenes que lo tienen amenazado. No caben más actuaciones para la galería. Es el momento de pasar de las palabras a las acciones.

mgonzalezm91

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