Issac Torregrosa
Ingeniero industrial especialista en medio ambiente
La energía es una necesidad importante de nuestras vidas, y como tal, los gobiernos han influido, influyen e influirán en su desarrollo.
Los combustibles fósiles han significado un importante avance sin precedentes desde la llamada segunda revolución industrial en la segunda mitad del siglo XIX.
Esta “revolución” provocó que se desarrollara la industria de consumo, con la fabricación en serie de diferentes productos, y el transporte, permitiendo poner fácilmente en contacto a países, personas y empresas de diferentes lugares, propiciando el comercio a gran escala y la globalización que ahora vemos tan normal.
Además trajo consigo otro elemento más, la electricidad. Ésta cambio la vida de la humanidad de forma irreversible, permitiendo el desarrollo de los medios de comunicación, como la radio y la televisión, el uso de electrodomésticos, la luz artificial y, posteriormente, la informática y las telecomunicaciones.
Los gobiernos han realizado infraestructuras, centrales eléctricas, buscado combustible para que las empresas y personas de sus países puedan usar las energías de una manera corriente y habitual, generando una importante industria, en algunos lugares pública y en otros, como en España, privatizada, que genera, gestiona y comercializa los bienes energéticos.
Pero la extracción de combustibles y la generación energética generaron una serie de problemas que se convirtieron en graves con el paso de los años, como son los efectos medioambientales y los secuestros a la democracia a los que nos someten las grandes compañías energéticas.
Su daño sobre el medio ambiente y su impulso a la aceleración del cambio climático son evidentes, en todos sus aspectos, tanto en la extracción del combustible (los vertidos en el Golfo de México o, más cerca, los terremotos provocados por el almacén de gas Castor), como en la generación de centrales de electricidad (véase los accidentes nucleares o la contaminación que rodea las plantas eléctricas de carbón), y por último en su contaminación atmosférica provocada por vehículos e industrias, como se puede observar en la boina de contaminación existente en muchas ciudades.
Los golpes democráticos de las grandes empresas del sector también son evidentes, cuando, por ejemplo, se obliga a hacer la pelota a países gobernados por dictaduras para conseguir petróleo barato o alguna concesión en la ejecución de gasoductos o cuando las compañías energéticas influyen de manera decisiva en el gobierno para frenar una de las pocas industrias que estaba capeando la crisis con solvencia como son las energías renovables, compuesta de miles de pequeñas y medianas empresas.
Pero no fue hasta finales del siglo XX, tras la crisis del petróleo de la década de los 70, donde se empezó a buscar alternativas a los combustibles fósiles.
Los gobiernos empezaron a impulsar la investigación en energías renovables y sistemas de ahorro energético, de una manera muy tímida inicialmente, pero con gran brío con la llegada del siglo XXI, cuando los efectos del cambio climático y de la próxima escasez de recursos energéticos eran ya una realidad.
Este impulso de las renovables, que ha llegado a la conciencia de gran parte de la sociedad, junto con el desarrollo de las telecomunicaciones y los nuevos medios de información masiva, ha provocado la llamada tercera revolución industrial, donde la mezcla de las nuevas tecnologías con las fuentes limpias y gestionables de energía están provocando un nuevo cambio en la relación de las personas con la energía y, por tanto, de la política al respecto.
Hoy, necesitamos unos gobiernos que favorezcan el desarrollo de la nueva industria energética, tanto a nivel global como a nivel local, porque el conocimiento está substituyendo a buena parte de la industria manufacturera, como las energías renovables están substituyendo a las energías convencionales, fósiles y nuclear, convirtiéndose en una importante industria que puede generar muchos beneficios a los habitantes de este país y ambos aspectos van de la mano.
La industria energética tiene tres patas, una primera, teniendo en cuenta la cantidad de consumo, que es la de generación de calor, tanto en procesos industriales como domésticos, una segunda que corresponde al transporte, por tierra mar y aire y la tercera, la más utilizada para hablar de energía, es la generación, distribución y consumo de electricidad.
La generación de calor se genera, actualmente, mayoritariamente por combustibles fósiles, gas y derivados del petróleo, pero ya empieza a usarse energía solar térmica, biocombustibles provenientes de biomasa forestal como biogás o biodiesel, que pueden generarse con diferentes tecnologías, plantas, o residuos.
Esta rama energética es la que el gobierno valenciano más podría intervenir, ya que se trata de actuar apoyando a empresas y familias, porque no hay un único combustible y se trata de instalaciones donde se consume la fuente de energía allí donde se genera el calor.
Los objetivos de actuación de un gobierno comprometido con el medio ambiente y con el empleo en una zona como el Pais Valencià deben de ir por estos tres puntos:
- Mejorar la eficiencia energética de las empresas y familias, para que las necesidades de combustible sea cada vez menor.
- Substitución progresiva de fuentes de energías fósiles por energías renovables porque son energías que provienen de nuestra propia tierra, lo cual disminuye la dependencia de otros países y promueve la industria en el interior. Aquí es fundamental el fomento de las calefacciones centrales o de distrito, porque el centralizar el consumo para un grupo de la comunidad permite la substitución de calderas gasoil o gas por calderas de biomasa, sistemas de cogeneración o bombas de calor alimentadas en parte con paneles fotovoltaicos.
- Planes de recuperación de residuos forestales, agrícolas y urbanos para la generación de biocombustibles, minimizando los residuos generados y los incendios forestales y obteniendo un beneficio económico de las basuras y restos.
- Conseguir que haya una importante actividad de investigación en universidades u otros centros públicos o privados para el desarrollo de tecnologías renovables de aplicación comercial, que reduzcan costes y mejoren nuestra eficiencia y el respecto al medio ambiente.
El transporte es un sector más complicado para la implantación de energías renovables, sobre todo desde un punto de vista valenciano o local, pero el objetivo debe ser el aumentar el uso de vehículos eléctricos o de otra tecnología a desarrollar como pudiera ser el hidrógeno.
Para lograr esto, se necesita que se desarrollen ciertas infraestructuras, como estaciones de carga rápida o lugares para facilitar cambio de batería de los coches eléctricos, que deben implantarse por nuestras ciudades, pero siempre favoreciendo que la electricidad que se genere sea mediante fuentes renovables.
Tras esto, habría que substituir todo el transporte público y apoyar mediante las herramientas que se tengan al alcance, la compra de los particulares de nuevos vehículos sostenibles, así como promover al máximo el uso del transporte público.
Y llegamos a la electricidad, el campo de batalla visible de toda discusión energética.
La electricidad es fundamental porque es la energía que todo el mundo vemos que estamos utilizando en todo momento y, además, es donde más implantadas y desarrolladas están las energías renovables.
Existen grandes compañías, con enormes intereses en el sector gasístico, ya sea porque distribuyen ese gas o porque han invertido ingentes cantidades de dinero en la generación de electricidad mediante este combustible que con la implantación de las renovables nunca podrán amortizar, que están presionando a los gobiernos para que ponga obstáculos en el camino de la implantación de las energías limpias con un cierto éxito, temporal según mi opinión, en España.
Las energías renovables son el presente en el sector eléctrico y, en lugares como el Pais Valencià, podríamos en pocos años abastecer toda nuestra electricidad mediante estas fuentes limpias, pues tenemos sol, viento, mar, agua y residuos.
La electricidad renovable es un ejemplo de lo que sabemos gestionar, las pequeñas cosas, porque no se necesitan ni grandes instalaciones ni grandes inversiones para generar electricidad.
La propuesta de uso de la generación mediante energía renovable es un cambio radical al concepto de red eléctrica que tenemos implantado, por eso es que las grandes y viejas eléctricas están tan nerviosas.
Actualmente tenemos un modelo centralizado de generación eléctrica, donde unas pocas grandes centrales abastecen de electricidad a todo el país. Esas centrales son mayoritariamente propiedad de las eléctricas, por lo que estas compañías tienen un gran papel en la estabilidad del país. Desde estas grandes centrales se abastece mediante redes de trasporte y distribución de electricidad a todos los consumos, estén lo lejos que estén del centro de producción del bien. Estas redes están privatizadas, siendo propiedad, o bien de Red Eléctrica Española las de alta tensión (llamadas redes de transporte), como por las empresas distribuidoras, en el Pais Valencià mayoritariamente Iberdrola, las redes de distribución en media tensión formando monopolios naturales, ya que a cada suministro solo llega una red eléctrica.
Con la implantación masiva de las energías renovables, no solo de la hidráulica y la eólica, sino con gran importancia de la solar también, se podría cambiar este sistema centralizado de generación por otro distribuido, donde la producción eléctrica esté cerca de los puntos de consumo. Si la gestión de las redes eléctricas fuera pública, no la generación ni la venta de electricidad, tendríamos una herramienta muy potente del sistema a nuestra disposición, de los ciudadanos y ciudadanas, para acelerar el cambio de modelo energético.
Cuando la generación es distribuida favorece a que haya menos pérdidas en el transporte de la electricidad (recordemos que se produce cerca de donde se consume) y también democratiza la energía, porque contaríamos con millares de pequeñas centrales de generación eléctrica en los tejados de nuestros edificios cuyos propietarios serían los dueños de los edificios.
Estos sistemas pueden usarse tanto para el autoconsumo como para la venta de electricidad, o para ambas cosas, y para conseguir que se comience a implantar esto solo se necesita voluntad política eliminando trabas y penalizaciones, como el impuesto a la generación eléctrica y la lentitud de los trámites de legalización, los cuales son autonómicos.
Para asegurar la electricidad 100% renovable será necesario el uso de centrales hidráulicas y eólicas, sistemas de almacenamiento y de los biocombustibles, por lo cual lo indicado anteriormente para la generación de calor también es importante en la generación eléctrica.
Una última herramienta valiosa para esta democratización de la energía y la implantación de la generación renovable son las cooperativas eléctricas, en el Pais Valencià somos pioneros en ello, tenemos 15, más del 70% de las de todo el territorio español.
Estas cooperativas, generan, distribuyen y comercializan la electricidad entre sus asociados, que suelen ser todos los habitantes de una localidad. Como son pequeñas distribuidoras eléctricas, la forma más económica y eficiente de generar electricidad es mediante energías renovables y, al ser cooperativas de socios, los beneficios de la misma siempre recae en beneficio de la comunidad.
Para finalizar, el desarrollo de las energías renovables, en cualquiera de las tres formas que hemos comentado en este artículo, son imprescindibles el desarrollo e implantación de las smart grids, redes inteligentes que gestionan el consumo según las necesidades de nuestros pueblos y ciudades, como la distribución y generación de electricidad y calor.
Como conclusión podemos decir que una política energética basada en la disminución del consumo y en la generación renovable ya no es una opción, es una realidad y una necesidad y además es uno de los principales campos de actividad económica y creación de empleo, que favorece la pequeña y mediana empresa, lo cual propicia una mayor posibilidad de puestos de trabajo en el sector.
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