Por Alfonso Puncel, subsecretario de Transparencia de la Generalitat Valenciana
La reflexión sobre la realidad actual, sus cambios y retos, con las elecciones en Andalucía de fondo, mueven esta aportación al debate.
Dedicado a Jakelin Ameí Caal, víctima de todo lo que pasa.
Solo nos queda releer la obra periodística de Vázquez Montalbán (publicado en editorial Debate)para orientarnos en la deriva en la que vivimos. Vázquez Montalbán tuvo la decencia de morirse en Thailandia y no es que quienes le leyéramos (que es un grado superior a la admiración) le deseáramos que muriera tan temprano, allá por el 2003, sino que muriéndose en Bangkok nos dejó la posibilidad de pensar que en realidad desde entonces está repensando la realidad de España, elaborando platos exquisitos con productos exóticos acompañado de varios amigos que saben que todo fue un montaje para no tener que matar a Pepe Carvalho.
Lo que no le perdonamos es que desde el 2003 no haya escrito nada sobre las consecuencias de la presidencia de Bush y las mentiras de Powell en la ONU, un año que nos siguió entristeciendo porque Vaclav Klaus fuera elegido presidente de la República Checa sucediendo a Vaclav Havel. Todavía quiso escribir sobre el inicio de la Guerra contra Irak (la madre de todas la batallas) pero nada sabemos, por él, de sus consecuencias. Leer sus artículos (no escritos) sobre la crisis económica mundial, sobre Gürtel, Bankia, tarjetas black, el “procés”, la crisis humanitaria, la monarquía española y sus equívocos negocios y amoríos, hubiera sido una experiencia. Escribió, eso sí, sobre Brasil y el inicio de la presidencia de Lula da Silva pero no de lo posterior y sobre tantas cosas que han sucedido desde entonces. En definitiva, no podré perdonarle que no haya escrito sobre la deriva de la historia de las últimas décadas.
Existen otros muchos analistas interesantes Tony Judt, Zygmunt Bauman, Daniel Innenarity, Mark Lilla, Chantal Mouffe, Noam Chomsky, Marina Garcés, Slavoj Zîzêk, Helen Longinos, Edgar Morin, Victoria Camps, Susanne Siegel, y me dejo algunas personas que seguro deberían ser leídas. Pero qué queréis que os diga, MVM tiene mi admiración.
Trato de ponerme en su piel y pensar qué pensaría de lo ocurrido “ayer” en las elecciones andaluzas. O mejor dicho que ocurrió antesdeayer (un antes que se extiende más allá de una década) para que “ayer” pasara lo que pasó.
Que vivimos en un mundo complejo es una evidencia, igual que es una evidencia que vivimos en un mundo de extrema incertidumbre, pero ambas evidencias no son suficiente consuelo ni solución, es, como mucho, una explicación superficial que se utiliza para cumplir con el protocolo de intervenciones y discursos que apela, además, a lo subjetivo, a lo emocional, dado que algo es complejo porque no se entiende y la incertidumbre solo es propia de los seres humanos. Lo complejo lo es para la mente humana y la incertidumbre remite directamente a un estado de ánimo. Parece que solo los orangutanes pueden llegar a tener estas dos sensaciones, pero en principio no creo que un león de la sabana o una rata de las cloacas piensen en el futuro y sientan incertidumbre ante lo que les viene encima, ni que su mundo sea complejo.
Para lograr romper con esa insuficiente retórica hay que acudir a explicaciones más allá de lo inmediato y más allá de la noticia. Tarea que por otro lado se hace por muchos pensadores pero que queda relegada a pequeños foros o unas pocas ediciones de ensayos. No son buenos tiempos para la lírica pero, aun así, es el único camino.
Para empezar hay que entender que lo que sucede hoy, pasó ya hace mucho tiempo o mejor dicho, para que lo que pasa hoy pase, hace falta que algo pasara en el pasado y además que alguien lo hubiera hecho.
La época de twitter y demás marañas sociales, hace que no se ahonde en las causas y sus efectos y donde además, un tuit o un meme distribuido viralmente (nunca mejor dicho) pierde su autoría, es decir, pierde su relación con un responsable. Es responsabilidad de la red, del sistema.
Recuerdo aquellas reuniones de antaño en que siempre se responsabilizaba a “la sociedad” como un todo indefinido de los males universales. Ahora las referencias se hacen a las redes sociales.
Vivimos en un mundo en el que se nos vende que las cosas pasan sin ningún tipo de relación entre ellas ni de responsables, muy similar a las antiguas mitologías donde ante hechos naturales inexplicables no había responsabilidad humana, solo divina. Ahora, hechos sociales inconexos sin personas responsables que los provoquen, sino de las redes. Es un nuevo idealismo pre-histórico.
Además la referencia a la complejidad sirve de coartada. Dado que es complejo, renunciamos a explicarlo o bien porque “para qué” o bien porque “la gente quiere cosas simples”. Pero algo complejo no es inescrutable ni difícil de explicar, de hecho los sistemas complejos no son complicados pero hace falta entenderlos para encontrar los elementos desencadenantes que producen la complejidad. El sistema capitalista es complejo pero los elementos que producen la complejidad son, en origen muy pocos, la plusvalía, la diferencia entre valor de uso y valor de cambio y la explotación de la fuerza de trabajo por el capital. Los mismos creyentes del sistema capitalista insisten siempre en impedir el control sobre estos tres elementos del control democrático para mantener la complejidad, así que debe ser cierto.
La deriva actual está provocada por la combinación de muchos elementos que tomados así de uno en uno, son como polvo, no son nada, pero relacionados entre sí e identificando a los responsables, la cosa empieza a reducir la incertidumbre y la complejidad al encontrar las relaciones y los elementos desencadenante.
¿Qué relación puede haber entre el fútbol y la eclosión de la extrema derecha? ¿O entre una determinada forma de diversión o los programas de TV y el aumento de las desigualdades sociales? ¿Y qué responsabilidad tienen particularmente los programas basura? ¿Hay algo en común entre las tensiones hacia los extremos y la robótica? Las explicaciones no son intuitivas, es decir, requieren análisis e información detallada, pero tienen, para empezar, algo en común, algo simple que nos debe llevar a pensar que no es un complot sino un sistema complejo, esto es, que estos hechos suceden en el mismo periodo histórico, es decir, en el mismo tiempo y que suceden después de algo y antes que otros hechos. Ya sé que no es suficiente esta evidencia (u obviedad) pero es un buen comienzo.
Encontrar el mínimo común denominador de los elementos puede ayudar a dar soluciones empezando por definir el problema.
La primera constatación es que cada semana parece que el problema es uno, acuciados por la opinión publicada. Pero eso no puede ser cierto si creemos que la historia existe y tiene un desarrollo material, es decir, que ni Fukuyama tenía razón ni vivimos en el “mundo de las ideas”. Por tanto ya tenemos un primer elemento: no nos basemos en los sucesos a los que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación ni en las declaraciones más o menos apresuradas y precipitadas de actores varios. Este hecho tiene unos responsables, los medios de comunicación, sus profesionales y directivos en grado diferente pero compartido y aquellos actores, políticos, económicos o sociales, que renuncian a una relación crítica con los medios de comunicación.
Segunda realidad. Esta situación de incertidumbre y complejidad afecta a los países occidentales incluyendo en este paquete el continente americano, Europa, Rusia y sus satélites. Ni Asia ni África ni los países del Medio Oriente están en estas. Tienen otros problemas pero los conflictos que padecen están motivados por otras razones, no porque tengan dudas o una dirección. China tiene claro cuál es el futuro, hacia dónde dirigirse y hay poca contestación interna tanto por la capacidad de represión del estado como también, por el crecimiento económico interno, el liderazgo en la región, apoyo a las nuevas clases medias en expansión y liderazgo en el plano internacional. De hecho esta fuerte presencia de China en el mundo es uno de los factores que añaden más complejidad e incertidumbre al occidente capitalista (valga la redundancia). África tiene demasiados problemas enquistados desde hace décadas como para tener dudas sobre cuál es su futuro, un futuro que se mueve entre seguir padeciendo hambrunas, graves epidemias, guerras, corrupción y subdesarrollo o recibir ayudas internacionales para paliar, aunque sea levemente, esas situaciones. Mientras tanto es un continente en venta al mejor postor, es decir China. Medio Oriente y los países árabes están intentando mantener su posición a costa de lo que sea, incluso utilizando la guerra para ello.
Tercera correlación. A mayor desigualdad social mayor complejidad e incertidumbre. Aquellos países de occidente que mantienen o han reducido la desigualdad durante la crisis, mantienen menores niveles de corrupción, mejor ambiente institucional, más integridad y menores conflictos sociales relacionados con tensiones territoriales, laborales o de cualquier otro tipo, lo cual es un factor que reduce la complejidad y la incertidumbre en la medida en que existen mecanismos de solución, acuerdo y consenso para resolver los conflictos, pudiendo abordar el futuro con menor grado de dudas. Un ejemplo de esto es que los países que cumplen con estas condiciones están en mejor posición de resolver los problemas que generan los procesos de transición medioambiental y tecnológica que se sitúan, según varios informes, en el centro de los cambios inminentes cruciales que van a determinar el desarrollo capitalista o el cambio de modelo.
Cuarta constatación. El neoliberalismo es el pensamiento que comparten la mayor parte de los gobiernos que sufren esta falta de soluciones, esta perplejidad ante la complejidad y un estado de ánimo desconfiado. Si el pensamiento neoliberal, extremo o moderado, no resolvió las consecuencias de la expansión de la globalización y no está sabiendo resolver la contracción de esta globalización, ¿Qué queda de este pensamiento?
Quinta consideración. Vivimos ya en un mundo digital todavía no consolidado, en transición, el peor periodo de cualquier cambio global porque es el momento en que todas las expectativas están sobre la mesa de juego, es decir, cuando se tiene la sensación de que alguien puede perder o alguien puede ganar y nadie quiere perder. Así que todos se pelean contra todos para no perder. Pero es un juego desigual en el que grandes empresas, gobiernos instalados y nuevos centros de poder digital (Google, Facebook, Amazon, Alibaba, Oracle, Apple, Huawei, Cisco, Intel, SAP, etc. así hasta una cincuentena, sólo 4 en Europa) son una continuación de la economía “financiarizada” es decir, que no producen nada. O nada en el sentido de lo que hasta hace apenas tres décadas entendíamos que era producir. Su potencia y penetración, en rapidez y profundidad ha absorbido pequeñas y medianas empresas, sectores económicos desde las agencias de viaje hasta el sector automovilístico, la administración y las relaciones sociales.
Sexta consideración. Estos cinco elementos, además, se retroalimentan entre sí. Por ejemplo el aumento y control de la industria digital por unas pocas empresas, influye en que nos sintamos atraídos por los sucesos y alejados de los análisis. Al igual que potencia un tipo de Mas Media orientado a los sucesos (persecuciones de coches, asaltos, asesinatos, detenciones, noticias espectaculares) separándolos de sus causas, de su veracidad o de su consecuencia y, además, un tipo de diversión que potencia la individuación de las relaciones sociales. A su vez esta individuación favorece la penetración de la ideología neoliberal, que remite a la libertad individual como única condición de vida, una ideología que está impidiendo que se pueda reducir las desigualdades y que occidente persista en su estado de ánimo, sin encontrar salida e incrementando la complejidad por falta de actuación.
Con estos elementos lo que sucede aquí o allí, incluido los resultados en Andalucía, está condicionado pero no es inevitable. De hecho se puede evitar, pero hay que actuar en esos condicionantes. Es decir, cabe diferenciar entre hechos casuales, circunstanciales y sus causas, asumir que la solución debe ser compartida por los países occidentales, que buena parte de la solución pasa por reducir drástica y prioritariamente las desigualdades y que eso sólo se puede conseguir renunciando a las recetas neoliberales que incluyen, entre otras, dirigir y controlar la transición digital, reducir el poder de las empresas tecnológicas y si es el caso, someterlas al control democrático.
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